Prevenir accidentes domésticos

Hasta los veinticuatro meses, cuando el niño ya camina con soltura, sube escaleras sin ayuda, da patadas a la pelota y puede transportar objetos voluminosos, transcurre una etapa muy importante en el desarrollo de su motricidad, que al principio comporta sus riesgos. 

¿Qué niño no se cae cien veces, se da golpetazos cuando se agacha a recoger su juguete debajo de la mesa y aparece con un chichón y una herida de vez en cuando? Pero hay otras actividades que pueden dar lugar a accidentes más graves. Por eso, hay que vigilarles y adoptar medidas de prevención.

Al cumplir un año más o menos (no hay dos niños iguales), suelen empezar a ponerse de pie, aunque tienen que apoyarse en algo o alguien para poder caminar.

Al año y medio se mantienen ya erguidos sin esfuerzo y pueden caminar sin apoyo. Entonces abandonan definitivamente el gateo. Trepan a las sillas, suben escaleras (una a una) y agarran los objetos con gran habilidad, aunque todavía tengan dificultades para soltarlos. También al año y medio alcanzan un notable sentido de la perspectiva y las distancias.

Pero todos estos progresos necesitan mucha práctica. Sus movimientos son aún torpes e inseguros, así que los batacazos son habituales. Además, curiosamente, a más progresos más caídas. Cuanto más hábil y rápido, más temerario e «imprudente» se vuelve nuestro pequeño.

Su desconocimiento del peligro se une a su instinto de imitación y a su obstinación en ignorar las advertencias. Así, la casa se convierte para él en un lugar peligroso. Pero no hay que alarmarse. En estos primeros años proliferan los accidentes domésticos, y el ochenta por ciento de ellos son choques y caídas.

Pequeños sustos… algunos evitables

Para no llevarse sustos innecesarios, es imprescindible saber siempre dónde está el niño. Hay que vigilarlo sin anular su necesidad de explorar y ejercitarse. A esta edad las advertencias son inútiles.

Es a los padres a quien les toca andar con cien ojos y prevenir los riesgos.

Hemos de hacer nuestra casa habitable para un niño pequeño y minimizar los peligros. Quizá no podamos hacer toda la casa absolutamente segura, pero al menos su habitación sí debe serlo. Así sabremos que hay un sitio en el que puede jugar sin peligro de golpes. Aun así, no bajemos la guardia.

  • Protege los enchufes y pon fuera de su alcance los objetos frágiles que puedan romperse y herirle, así como los que puedan causar asfixia: bolsas de plástico, clips, costureros…
  • Coloca cantoneras las esquinas de mesas y muebles a su altura.
  • Instala topes en las puertas y vigila dónde está el niño al abrir o cerrar.
  • Prescinde de estufas eléctricas y cubre los radiadores.
  • Cuidado con las cortinas.
  • Para que no tire del mantel y se lo eche todo encima, existen unas pinzas especiales.
  • En las escaleras, pon vallas con un cierre.
  • Nunca le dejes solo en la terraza, y mucho ojo con los balcones o ventanas abiertos porque pueden encaramarse a una silla, cama u otro objeto y asomarse. En ciertos casos conviene protegerlas con rejas.
  • Una buena idea es poner alfombras por donde más circulen para atenuar las caídas, con rejilla antideslizante debajo para evitar pliegues y resbalones. Tampoco está mal que usen zapatillas de suela que no resbale.
  • Interesa fijar a la pared las estanterías. De no hacerlo, puede agarrarse a ellas y venírseles encima.
  • Si hay puertas de cristal, coloca pegatinas a la altura de sus ojos.